La Historia de Samantha

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¿Quién se hubiera imaginado que esto sucedería en nuestro pequeño pueblo de Iowa en estos tiempos modernos?

En noviembre de 2004, Samantha, mi hija de 15 años de edad, me estaba ayudando a preparer para los días de fiestas. Toda la familia iba a venir a casa para la cena de Thanksgiving. El día estaba tan cerca que uno casi podía oler el pavo asado. Lamentablemente, todo lo que podíamos escuchar era la tos seca de Samantha. Era continua y simplemented no se iba. Siguió por semanas. Noche tras noche, me quedaba despierta escuchando los ataques de tos de mi pobre hija. Le dolía el pecho y tenía dificultad para respirar. Finalmente terminaba vomitando. Cuando comía, tenía más probabilidad de vomitar, de manera que tampoco comía mucho. Simplemente no paracía ser una tos normal.

Unos pocos días antes de Thanksgiving, llevé a Samantha al médico. Le golpeó los senos paranasales y le revisó los oídos. Cuando terminó el exam, el médico le dijo que tenía una infección sinusal y le recetó un antibiótico.

Samantha comenzó a sentirse mejor justo a tiempo para la cena de Thanksgiving. Pero la noche después del fin de semana festivo, su tos regresó aún peor que antes. Regresamos al pediatra. En esta ocasión, le hizo una prueba de pertussis, que comúnmente se llama tos ferina. Ya había habido 1 ó 2 casos en su escuela secundaria y resultó que ella también la tenía. El médico explicó que la vacuna de la pertussis que se les da a los bebés pierde efectividad con el tiempo, dejando a los adolescentes sin protección. Yo no tenía idea de lo seria que era la pertussis, hasta que el médico le dijo a Samantha que no debía salir de la casa durante 5 dias porque la pertussis es muy contagiosa. Al principio, el dejar de ir a la escuela por una semana puede haber parecido magnifico, pero, según descubrió Samantha, esto no eran unas vacaciones. Era como estar castigada sin haber hecho nada malo. Estaba aburrida, enferma y totalmente abatida.

Después de su cuarentena, Samantha regresó a la escuela, a pesar de las dificultades creadas por su enfermedad. Las cosas simples que daba por sentadas, como subir y bajar las escaleras, se convirtieron en un verdadero esfuerzo. Las actividades que antes eran divertidas, como la clase de gymnasia, se volvieron una lucha para respirar.

La enfermedad de Samantha no solo impactó su vida, seno también la mía. Después que regresó a la escuela, recibí una llamada de la enfermera de salud pública de mi comunidad. Me dijo que como yo también tenía tos, podía tener pertussis y que tenía que dejar inmediatamente el banco donde yo trabajaba y estar fuera del trabajo por 5 dias. La pertussis es una enfermedad que puede propagarse muy rápidamente. Como mi trabajo require el contacto directo con el público, podía poner a mis clients a riesgo de contraer la enfermedad si me quedaba en el trabajo.

La enfermera también me dijo que cualquier persona con la cual Samantha tuvo contacto cuando la tos comenzó debía ser notificada y tratada con antibióticos, incluso sus compañeros de escuela (los estudiantes que se sentaban delante, detras, a la izquierda y a la derecha de Samantha), otros amigos (particularmente las amigas que podían haber estado embarazadas) y nuestros parientes que vinieron para Thanksgiving.

Finalmente, todos con los cuales tuvimos contacto desde Thanksgiving estaban recibiendo antibióticos. Según resulto, 48 estudiantes de la Escuela Secundaria de Ottumwa dieron pruebas positivas de pertussis entre mediados de noviembre y el Día de Año Nuevo. ¿Quién se hubiera imaginado que esto sucedería en nuestro pequeño pueblo de Iowa en estos tiempos modernos? El médico nos dijo que ahora hay disponibles vacunas de pertussis para los adolescentes. Si hubiera habido una vacuna para adolescentes en el 2004, podriamos haber evitado todo este problema. Ahora que las vacunas para los adolescentes están disponibles, la pertussis puede convertirse en una cosa del pasado.

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